Entonces ocurre que la rueda del pasado empieza a girar y de pronto se detiene en un punto. Todo parece igual, pero ha mutado. Una se siente igual, pero han pasado más de quince años... Y eso es mucho, mucho tiempo, mucho más ahora que el tiempo es como un chicle largo y muy masticado.
Vuelvo a los pasillos gastados y sucios del hospital, vuelvo a sus escritorios y paredes atestados de papeles pegados una y mil veces con cinta de goma: direcciones, fechas, preparados magistrales, guías de manejo, pedidos clandestinos, memorabilia, interconsultas olvidadas, fotos muertas, teléfonos mudos para siempre, más fotos.
Los teclados de las computadoras están sucios, los monitores apagados, hay olor a desodorante de ambientes barato mezclado con formol, gasas no asépticas, un par de anteojos que lamenta el olvido de un paciente, un souvenir, dos rosas compradas en el tren, marchitas.
Hay mucha vida invadiendo mis ojos, demasiada vida ajena queriendo meterse entre mis manos apretadas en los bolsillos de mi chaqueta. El sentido de lo ajeno me espanta y a la vez me atrae hacia un millón de recuerdos que no puedo detener. Me siento un rehén de tanta soledad, y mi alma se debate entre la entrega y el asco. Pero yo estoy aquí, ahora ya no puedo ignorarme, he elegido estar aquí entre un puñado de posibles resguardos. Estoy aquí y ahora como hace quince, diecisiete, veinte años. Dentro mío hay una identidad que es fiel a estas cosas, que revive con cada movimiento de mis ojos, y quiero estar aquí y también salir corriendo y no volver nunca, correr y correr y meterme en medio de la nada y olvidar, olvidarme de todo hasta que ya nada de esto sea verdad y yo no sea más que una sombra. Sin embargo, siento placer y me doy cuenta que una parte de mi ama este mundo, por eso estoy aquí, por eso volví y por eso me quedo a esperar que por alguna fisura del destino yo pueda entender que estar aquí es algo necesario y bueno.
Hace dos semanas que he vuelto a concurrir a los ateneos del hospital. Me han recibido como a los héroes que vuelven de innumerables batallas. No importan la gloria o el éxito. A nadie importa si ahora soy más importante o gano más plata. Aquí nadie es más o menos, aquí somos todos iguales. Aquí volvemos a remontar las grandes aguas, sin edad, sin cartas de honor, sin números, sin reservas.
Me están pasando cosas raras últimamente, mi tiempo es raro últimamente, me siento un poco Alicia detrás del espejo, con sombrereros y conejos desquiciados sorprendiéndome por todas partes.
ALGUNOS PIQUETITOS
miércoles, junio 18, 2014
jueves, junio 12, 2014
Ya era hora de volver...creo
Voy en el auto, la autopista es una marea de autos a paso de hombre lento, pero yo estoy en paz, voy tomando un cortado y escuchando a Leonard Cohen. Primero lo escucho joven, me canta Suzanne con esa voz de pendejo anochecido, irreverente, despreocupado hasta el mango. Ahora son las sisters of mercy...un tema que me envuelve en su monotonía de domingo parroquial en North Carolina. El café está bueno, un poco suave tal vez...me gusta así. Entonces cambio, me fugo con el Leonard viejito, ese que recibió el premio en España ( Asturias ?), y la voz del pendejo se vuelve cascada, penetrante, independiente de la música, va por su propio carril sin importarle nada. La mañana es bellísima y amo los márgenes de la General Paz con sus árboles añosos, diferentes verdes, diferentes grises, hojas secas por todas partes, monotonía de un cielo despejado. Doy sorbitos casi inexistentes al café para que no se acabe, para que no me deje sola con Leonard, porque ahora volvió a ser un pendejo de nuevo y me está cantando Chelsea Hotel. Un escalofrío me desentumece, yo sé de que se trata... Pongo High and dry, pero no por Radiohead, por Drexler, esa versión que me habla desde el pasado, desde esa época de mi vida que es una de las más amadas. Trato de pensar porque me produce tanto placer esa canción y al mismo tiempo tanta angustia, pero no tristeza, sino ese tipo de angustia que da un sentido fabuloso al recuerdo. Entiendo que lo que me reconforta está hecho de muchos momentos que ya no puedo recuperar pero si de muchos otros que puedo recrear. Estoy pudiendo entender qué es exactamente lo que me hace feliz de lo pasado y que llegar a eso, ahora desde este momento, este aquí, está que estoy siendo hoy, no es imposible. Después de esto, como por arte de magia, se suceden una serie de eventos increíbles... ¿O debería decir se disparan? Por eso, por una parte de todo eso, es que ahora estoy aquí, de vuelta en mi blog, de vuelta, y quiero quedarme.
martes, mayo 08, 2012
Se fue Caloi
Hoy empiezo mi blog de este año.
He empezado mil veces en el recuerdo. He empezado mil veces en las imágenes fugaces de un tiempo que nunca me acompaña, que me exige pero no me dá, que me pide pero no retribuye, que me apura y no me deja, que me asegura y me miente. En todo caso, quiero decir, que de algún modo, en la invisibilidad de lo que no es, he comenzado este año una y cien veces.
Y hoy lo empiezo con un dolor, con un duelo, con la tristeza de perder a alguien. Hoy lo perdí a Caloi.
Cuando estoy así, me refugio en las alas de Julio, que siempre me recibe con su cara de abuelo bueno y protector, y me dice...
Discurso del no método, método del no discurso, y así vamos.
Lo mejor: no empezar, arrimarse por donde se pueda. Ninguna cronología, baraja tan mezcladaque no vale la pena. Cuando haya fechas de pie, las pondré. O no.Lugares, nombres. O no. De todas maneras vos también decidirás lo que te dé la gana. la vida: hacer dedo, auto-stop, hitchhicking: se da o no se da, igual los libros que las carreteras.
Ahí viene uno. ¿ Nos lleva, nos deja plantados?.
Estoy triste. Mi hijo Theo, el dibujante, también. No entendemos totalmente que nos hayan sacado al negro, a ese tipo tan diverso.
El le ha hecho un homenaje en su Face. Yo no tengo Face, ni tendré. Para mí, lo mejor es empezar este 2012 con la imágen de Caloi, de ese ser maravilloso y eterno.
Hoy empiezo mi blog de este año.
He empezado mil veces en el recuerdo. He empezado mil veces en las imágenes fugaces de un tiempo que nunca me acompaña, que me exige pero no me dá, que me pide pero no retribuye, que me apura y no me deja, que me asegura y me miente. En todo caso, quiero decir, que de algún modo, en la invisibilidad de lo que no es, he comenzado este año una y cien veces.
Y hoy lo empiezo con un dolor, con un duelo, con la tristeza de perder a alguien. Hoy lo perdí a Caloi.
Cuando estoy así, me refugio en las alas de Julio, que siempre me recibe con su cara de abuelo bueno y protector, y me dice...
Discurso del no método, método del no discurso, y así vamos.
Lo mejor: no empezar, arrimarse por donde se pueda. Ninguna cronología, baraja tan mezcladaque no vale la pena. Cuando haya fechas de pie, las pondré. O no.Lugares, nombres. O no. De todas maneras vos también decidirás lo que te dé la gana. la vida: hacer dedo, auto-stop, hitchhicking: se da o no se da, igual los libros que las carreteras.
Ahí viene uno. ¿ Nos lleva, nos deja plantados?.
Estoy triste. Mi hijo Theo, el dibujante, también. No entendemos totalmente que nos hayan sacado al negro, a ese tipo tan diverso.
El le ha hecho un homenaje en su Face. Yo no tengo Face, ni tendré. Para mí, lo mejor es empezar este 2012 con la imágen de Caloi, de ese ser maravilloso y eterno.
jueves, noviembre 10, 2011
Solo eso
Estamos en un lugar lejano. De a poco nos convencemos que lo que queda por andar es fácil o simplemente reglamentario.
Nada más falaz
Lo reglamentario se ha construido para otras esperanzas.
Lo fácil… para otras edades.
A los que estamos aquí o así (entendiendo por así, un modo, un estado del alma) no nos es permitido ni lo fácil ni lo escrito… el libro está en blanco y hay que tragar en seco y afilar la punta del lápiz.
Total… la vida es eso, un ensayo tras otro, un papel en blanco que espera el primer garabato.
Y nosotros creemos que la historia se escribe cada día, y que la puntuación está a tono con los ensamblajes cotidianos…
No. No es así. Eso es pura ilusión, porque a pesar de todo y las redes sociales, seguimos una marcha al unísono, donde lo que parece propio es muy ajeno,
Donde lo que parece carne, es hueso
Donde lo que nos conmueve es ficticio
Somos un olvido que se sabe final.
Solo eso.
Nada más falaz
Lo reglamentario se ha construido para otras esperanzas.
Lo fácil… para otras edades.
A los que estamos aquí o así (entendiendo por así, un modo, un estado del alma) no nos es permitido ni lo fácil ni lo escrito… el libro está en blanco y hay que tragar en seco y afilar la punta del lápiz.
Total… la vida es eso, un ensayo tras otro, un papel en blanco que espera el primer garabato.
Y nosotros creemos que la historia se escribe cada día, y que la puntuación está a tono con los ensamblajes cotidianos…
No. No es así. Eso es pura ilusión, porque a pesar de todo y las redes sociales, seguimos una marcha al unísono, donde lo que parece propio es muy ajeno,
Donde lo que parece carne, es hueso
Donde lo que nos conmueve es ficticio
Somos un olvido que se sabe final.
Solo eso.
domingo, septiembre 04, 2011
Los afiladores
En cada otoño, suelen visitarme antiguos fantasmas.
Uno, me trae la canción de Serrat que escuchaba en mis primeros años adolescentes, especialmente en las tardes frías de llovizna y que se llama Balada de Otoño:
Llueve,
detrás de los cristales llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos llueve.
Pintaron de gris el cielo,
y el suelo
se fue abrigando con hojas,
se fue vistiendo de otoño.
La tarde, que se adormece,
parece
un niño que el viento mece
con su balada de otoño.
Una balada de otoño,
un canto triste de melancolía
que nace al morir el día.
Una balada de otoño,
a veces como un murmullo,
a veces como un lamento
y a veces viento.
Aún recuerdo poner el disco en el tocadiscos y pararme frente a la ventana de mi cuarto murmurando cada palabra.
Mi bufanda verde tejida con punto santa clara también es otro fantasma, mi paso sobre las hojas caídas que formaban un colchón mullido a través de las calles, el viento del sur, los viejos portales conocidos, antes que eso, los barriletes desplegándose sin prisa por el cielo de los potreros del barrio. No hace mucho hablé de los potreros con mis hijos y ellos me escucharon con asombro.
Pero si los fantasmas pueden llegar con cierta demora, o ausentarse algún año, el que nunca falta a su cita es el del afilador.
Su música extraña y lejana, triste y esquiva, recorre aún los laberintos de la evocación sin mancha. La recuerdo como un aviso presuroso, y por eso lo de esquiva, el paso del afilador, con su bicicleta vieja y pesada, era veloz, no esperaba. Si los cuchillos necesitaban chispear su hoja fatal sobre la piedra esmerilada, había que correr y alcanzarlo, gritar su nombre con hidalguía: EHH! afilador!!, y entregarle ese tesoro que bajo el sonido agudísimo de la piedra cobraría nuevos bríos, se volvería más plata o más acero, más asesino. Mi abuela Angelita, siempre tenía cuchillos para afilar, nobles hojas heredadas que renovaban su hambre en cada paso por la piedra.
Y cada otoño, como en aquellas tardes frías de mate cocido y pan con manteca, vuelvo a escucharlo, vuelvo a sentir el filo de la hoja en la flauta triste y lejana del afilador...
A veces salgo corriendo, por temor a que ya se vaya y no vuelva, lo busco con la mirada tumultosa... y ya no lo veo.
¿A dónde se han ido todos los afiladores?
Uno, me trae la canción de Serrat que escuchaba en mis primeros años adolescentes, especialmente en las tardes frías de llovizna y que se llama Balada de Otoño:
Llueve,
detrás de los cristales llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos llueve.
Pintaron de gris el cielo,
y el suelo
se fue abrigando con hojas,
se fue vistiendo de otoño.
La tarde, que se adormece,
parece
un niño que el viento mece
con su balada de otoño.
Una balada de otoño,
un canto triste de melancolía
que nace al morir el día.
Una balada de otoño,
a veces como un murmullo,
a veces como un lamento
y a veces viento.
Aún recuerdo poner el disco en el tocadiscos y pararme frente a la ventana de mi cuarto murmurando cada palabra.
Mi bufanda verde tejida con punto santa clara también es otro fantasma, mi paso sobre las hojas caídas que formaban un colchón mullido a través de las calles, el viento del sur, los viejos portales conocidos, antes que eso, los barriletes desplegándose sin prisa por el cielo de los potreros del barrio. No hace mucho hablé de los potreros con mis hijos y ellos me escucharon con asombro.
Pero si los fantasmas pueden llegar con cierta demora, o ausentarse algún año, el que nunca falta a su cita es el del afilador.
Su música extraña y lejana, triste y esquiva, recorre aún los laberintos de la evocación sin mancha. La recuerdo como un aviso presuroso, y por eso lo de esquiva, el paso del afilador, con su bicicleta vieja y pesada, era veloz, no esperaba. Si los cuchillos necesitaban chispear su hoja fatal sobre la piedra esmerilada, había que correr y alcanzarlo, gritar su nombre con hidalguía: EHH! afilador!!, y entregarle ese tesoro que bajo el sonido agudísimo de la piedra cobraría nuevos bríos, se volvería más plata o más acero, más asesino. Mi abuela Angelita, siempre tenía cuchillos para afilar, nobles hojas heredadas que renovaban su hambre en cada paso por la piedra.
Y cada otoño, como en aquellas tardes frías de mate cocido y pan con manteca, vuelvo a escucharlo, vuelvo a sentir el filo de la hoja en la flauta triste y lejana del afilador...
A veces salgo corriendo, por temor a que ya se vaya y no vuelva, lo busco con la mirada tumultosa... y ya no lo veo.
¿A dónde se han ido todos los afiladores?
miércoles, agosto 24, 2011
Noche de brownies y galletas de granola
Volver, hay que volver; que importa que la frente esté marchita o que los años se hayan tirado todos juntos a la pileta. Volver, es siempre motivo de celebración. Por lo tanto, hoy, a las seis y media de la tarde me dije ( me susurré)_Chiquilla, es hora de volver a tus fuentes_. Ahora, bién, no lo voy a negar, hubo un trabajo previo, que consistió en una especie de revival durante el fin de semana largo. El viernes, me entregué a los placeres culinarios ( ustedes, mis escasos blogonautas saben que es una de mis debilidades) y preparé una trucha muy grande rellena de setas, tocino y echalotes a la que bañé con un generoso cognac flambeé, y acompañé con un arroz con almendras y piñones y un malbec Saint Felicien que alcanzaba los honores de la famosa "experiencia religiosa". Al concluir la delicada empresa, levanté mi copa y dije: día uno. El sábado, munida de "La filosofía y el barro de la historia" de mi querido Feinmann, la obra completa de Idea Vilariño y una novelita de Daphne du Maurier ( in english) me arrepollé en mi lecho y me dejé llevar por la magia inconmesurable de las palabras. Mi gato, Indi, ovillado a mis pies, completó la escena perfecta del "selfblessedness" del que hablaba Huxley.
Amigos: allí me quedé hasta altas horas del mediodía SIN CULPA ALGUNA. Cuando apoyé mis pies para incorporarme, había consumido ya altas dosis de placer. Esto continuó el domingo y no se detuvo el lunes. El martes, anexé "último round" de mi amado Julio C y comprendí, que hacía mucho que no me sentía TAN BIEN. Durante esta "epifanía" también me llené de recuerdos, volví a viejos patios inundados de sol y tardes apacibles, volví al perfume de mi abuela, a nuestros trasnochados encuentros, a un tiempo que jamás dejó una cuenta pendiente. Volví a mi escencia.
Entonces hoy, me puse a hornear galletas y brownies para mis seres queridos, porque cuando uno se reencuentra con lo más amado tiene que volverse hacia el mundo.
Estoy volviendo...
volviendo a sentir entre la sombra
volviendo a escuchar entre el quejido
volviendo
y me gusta volver " con algo prestado", y elijo este poema de Borges, que me hace feliz cada vez que vuelvo a él, cada vez que arribo a sus voces.
Y la ciudad, ahora, es como un plano
De mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano
aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana,
aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana
Aquí mi sombra en la no menos vana
sombra final se perderá, ligera.
no nos une el amor sino el espanto
será por eso que la quiero tanto.
Aquí me quedo...
para empezar
Amigos: allí me quedé hasta altas horas del mediodía SIN CULPA ALGUNA. Cuando apoyé mis pies para incorporarme, había consumido ya altas dosis de placer. Esto continuó el domingo y no se detuvo el lunes. El martes, anexé "último round" de mi amado Julio C y comprendí, que hacía mucho que no me sentía TAN BIEN. Durante esta "epifanía" también me llené de recuerdos, volví a viejos patios inundados de sol y tardes apacibles, volví al perfume de mi abuela, a nuestros trasnochados encuentros, a un tiempo que jamás dejó una cuenta pendiente. Volví a mi escencia.
Entonces hoy, me puse a hornear galletas y brownies para mis seres queridos, porque cuando uno se reencuentra con lo más amado tiene que volverse hacia el mundo.
Estoy volviendo...
volviendo a sentir entre la sombra
volviendo a escuchar entre el quejido
volviendo
y me gusta volver " con algo prestado", y elijo este poema de Borges, que me hace feliz cada vez que vuelvo a él, cada vez que arribo a sus voces.
Y la ciudad, ahora, es como un plano
De mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano
aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana,
aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana
Aquí mi sombra en la no menos vana
sombra final se perderá, ligera.
no nos une el amor sino el espanto
será por eso que la quiero tanto.
Aquí me quedo...
para empezar
domingo, junio 19, 2011
Sumate a la cruzada
Si hay dos cosas que me gustan a la noche, bien tarde, cuando mis hijos duermen o ya están en un nivel de ruido aceptable, es bloggear o blogear...esa es la cuestión.
Obviamente lo primero que hago es meterme en los blogs de mis inseparables y desconocidaspersonalmente amigas, Abru y Milenius, que tiene unos blogs en los que me siento "como en casa, vió?". Después de postear algún que otro comentario, me voy al mío y me digo: Dale nena, escribite algo.
Pero me quedo ahí, haciendo circulitos con el dedo sobre el vidrio de la mesa, con la mirada perdida, pensando por donde empiezo, si bajé las fotos de tal o cual viaje, si en vez de eso pongo la receta de la pata de cordero o la crítica por la mitad de "leones por corderos" ( pero en realidad debería volver a verla para ser más exactos, no?).
La cuestión es que de tanto dudar, me canso. Entonces leo un par de entradas viejas y me digo: Mejor mañana, más descansada.
Y así, ¿sabés cuánto hace que no escribo de verdad?, un montooooooon de tiempo. Generalmente esto me pasa los fines de semana (cuándo estoy en BA), por lo que si me tocan dos seguidos, al siguiente repito el maldito ritual de deseo-duda-inacción y no escribo un pomo.
Entonces, me he propuesto una cruzada, a la que ustedes ( los pocos que me leen), tienen que suscribirse con pancartas y gritos desaforados de "volvé,, volvé, volvé, te queremos" o cosas por el estilo. Por lo tanto, como dicen en las publicidades de polvos para lavar ropa o desinfectante de inodoros: SUMATE A LA CRUZADA
Quien te dice... por ahí ahora y apoyándome en mi flanco narcisista, me lo tomo con más seriedad
Obviamente lo primero que hago es meterme en los blogs de mis inseparables y desconocidaspersonalmente amigas, Abru y Milenius, que tiene unos blogs en los que me siento "como en casa, vió?". Después de postear algún que otro comentario, me voy al mío y me digo: Dale nena, escribite algo.
Pero me quedo ahí, haciendo circulitos con el dedo sobre el vidrio de la mesa, con la mirada perdida, pensando por donde empiezo, si bajé las fotos de tal o cual viaje, si en vez de eso pongo la receta de la pata de cordero o la crítica por la mitad de "leones por corderos" ( pero en realidad debería volver a verla para ser más exactos, no?).
La cuestión es que de tanto dudar, me canso. Entonces leo un par de entradas viejas y me digo: Mejor mañana, más descansada.
Y así, ¿sabés cuánto hace que no escribo de verdad?, un montooooooon de tiempo. Generalmente esto me pasa los fines de semana (cuándo estoy en BA), por lo que si me tocan dos seguidos, al siguiente repito el maldito ritual de deseo-duda-inacción y no escribo un pomo.
Entonces, me he propuesto una cruzada, a la que ustedes ( los pocos que me leen), tienen que suscribirse con pancartas y gritos desaforados de "volvé,, volvé, volvé, te queremos" o cosas por el estilo. Por lo tanto, como dicen en las publicidades de polvos para lavar ropa o desinfectante de inodoros: SUMATE A LA CRUZADA
Quien te dice... por ahí ahora y apoyándome en mi flanco narcisista, me lo tomo con más seriedad
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