A veces uno queda “suspendido”.
Suspendido de una fragancia, de una imagen, de un color, del recuerdo de un paisaje que se parece curiosamente al que estamos observando esa mañana.
Suspendido de una bocanada de viento, una “buena” bocanada gigante que nos sorprende a la salida del subte.
Suspendidos de un sol todavía de invierno, pero ya más comprometido con la primavera.
O simplemente, simple y delicadamente de la extravagancia de un afiche que anuncia la venida de un nuevo ídolo de papel pintado.
A Julio Cortázar le impresionaba la historia que se descolgaba de los pedazos de afiches que se iban apelotonando en la argamasa de los días. Pedazos de promesas, de amenazas, de noticias inconexas que se iban metamorfoseando en figuras absurdas y sin embargo, tan reales.
La vida es también un collage inconexo, una mezcla canalla de ilusiones deshilachadas, de hechos poco relacionados ( gracias al cielo, mi niña!) de quejas jamás escuchadas y sueños adecuadamente recortados.
La arena de las estaciones poco sabe de las pisadas dolientes, ignora las demoras y los encuentros a destiempo.
Siempre me gustaron los relojes descompuestos, esos fantasmas ridículos y osados.
Suspendido de una fragancia, de una imagen, de un color, del recuerdo de un paisaje que se parece curiosamente al que estamos observando esa mañana.
Suspendido de una bocanada de viento, una “buena” bocanada gigante que nos sorprende a la salida del subte.
Suspendidos de un sol todavía de invierno, pero ya más comprometido con la primavera.
O simplemente, simple y delicadamente de la extravagancia de un afiche que anuncia la venida de un nuevo ídolo de papel pintado.
A Julio Cortázar le impresionaba la historia que se descolgaba de los pedazos de afiches que se iban apelotonando en la argamasa de los días. Pedazos de promesas, de amenazas, de noticias inconexas que se iban metamorfoseando en figuras absurdas y sin embargo, tan reales.
La vida es también un collage inconexo, una mezcla canalla de ilusiones deshilachadas, de hechos poco relacionados ( gracias al cielo, mi niña!) de quejas jamás escuchadas y sueños adecuadamente recortados.
La arena de las estaciones poco sabe de las pisadas dolientes, ignora las demoras y los encuentros a destiempo.
Siempre me gustaron los relojes descompuestos, esos fantasmas ridículos y osados.