A es un hombre simple y complicado a la vez.
Eso sí, es quejoso, muuuuuyyyy quejoso.
Imposible de estarse quieto. Siempre anda “en algo”: arreglando un enchufe, una estufa que no funciona, talando palmeras, cargando toneladas de tierra para hermosear su jardín, en fín…siempre hay algo para doblar la espalda o tumbarlo en una cama exhausto.
Se ha hecho “de abajo”, a fuerza de mucho trabajo, desde muy chico.
Perdió a su papá siendo un adolescente, y allí quedaron él y Juana, su mamá, haciéndole frente a la vida, juntitos, eso sí, muy juntitos.
A adora a Juana, y a Juana ( me consta, porque la tuve de paciente) se le ilumina la mirada cuando lo ve. Además, como Dios no juega a los dados, los ha hecho muy parecidos, físicamente y en sus personalidades.
Es un gran tenista, aunque siempre se queja de sus contrincantes, porque, claro, no le dan la guerra que sus músculos inquietos necesitan.
Es un emprendedor, un visionario de grandes empresas, pero, claro, ninguna es suficiente para su espíritu aventurero e inquieto.
Es un padre a ULTRANZA, que adora a sus hijos S y P, de esos que , lo sé, serían capaz de dar la vida por ellos, y no es joda, señores: A es capaz de darlo todo, su vida misma por esos chicos. Ellos ya son hombres hechos y derechos, pero en el reflejo de su mirada, ellos siempre serán esos bebés que corren hacia él con sus pañales. Más de una vez, hablando de sus hijos, se le llenan los ojos de lágrimas, lágrimas de felicidad, de amor, de satisfacción por ver que ellos han cumplido con los sueños que él mismo tuvo que guardar para siempre para que ellos pudieran soñarlos y hacerlos realidad.
“Hoy vienen los chicos, voy a hacer milanesas”, me cuenta lleno de orgullo, pero, claro, se queja de que vendrán y le vaciarán la heladera…ya les dije, A es quejoso, encantadoramente quejoso.
A mi me cuida mucho. Me reta y se enoja por mi impulsividad, por mi falta de “política”, por mis arrebatos. Se enoja porque no voy al médico, porque no como bien, porque no descanso, porque me olvido cosas en los aeropuertos, y claro, se queja, también de mi. Me dice “la colifata”, y a mi me encanta!!.
Cada tanto me cuenta historias de su infancia y yo las escucho embelesada.
Una de ellas me gusta particularmente.
Cuando era chiquito, su padrino, repartía leche en esos latones enormes. Entonces, lo iba a buscar en su carro para que lo acompañara a repartir. El se trepaba al carro y salía a entregar ese blanco tesoro a sus vecinos.
Otras veces se montaba a un caballo, así en pelo, sin montura y salía a correr por el campo. Se metía en un río o una laguna aferrado a las crines y cruzaba a lomo de su caballo con el agua hasta la cintura. Sé que estos recuerdos lo hacen feliz y yo siento que con ellos me regala una de las fortunas más queridas de su vida.
A es para mí una de las personas más hermosas que la vida me ha regalado.
Cuándo doy conferencias y el me escucha, se pone nervioso, porque como sabe que las cambio hasta el último minuto, tiene miedo de que me olvide de algo. Entonces empieza a caminar, y me va a buscar agua temiendo que me quede sin voz.
Se ha hecho “de abajo”, a fuerza de mucho trabajo, desde muy chico.
Perdió a su papá siendo un adolescente, y allí quedaron él y Juana, su mamá, haciéndole frente a la vida, juntitos, eso sí, muy juntitos.
A adora a Juana, y a Juana ( me consta, porque la tuve de paciente) se le ilumina la mirada cuando lo ve. Además, como Dios no juega a los dados, los ha hecho muy parecidos, físicamente y en sus personalidades.
Es un gran tenista, aunque siempre se queja de sus contrincantes, porque, claro, no le dan la guerra que sus músculos inquietos necesitan.
Es un emprendedor, un visionario de grandes empresas, pero, claro, ninguna es suficiente para su espíritu aventurero e inquieto.
Es un padre a ULTRANZA, que adora a sus hijos S y P, de esos que , lo sé, serían capaz de dar la vida por ellos, y no es joda, señores: A es capaz de darlo todo, su vida misma por esos chicos. Ellos ya son hombres hechos y derechos, pero en el reflejo de su mirada, ellos siempre serán esos bebés que corren hacia él con sus pañales. Más de una vez, hablando de sus hijos, se le llenan los ojos de lágrimas, lágrimas de felicidad, de amor, de satisfacción por ver que ellos han cumplido con los sueños que él mismo tuvo que guardar para siempre para que ellos pudieran soñarlos y hacerlos realidad.
“Hoy vienen los chicos, voy a hacer milanesas”, me cuenta lleno de orgullo, pero, claro, se queja de que vendrán y le vaciarán la heladera…ya les dije, A es quejoso, encantadoramente quejoso.
A mi me cuida mucho. Me reta y se enoja por mi impulsividad, por mi falta de “política”, por mis arrebatos. Se enoja porque no voy al médico, porque no como bien, porque no descanso, porque me olvido cosas en los aeropuertos, y claro, se queja, también de mi. Me dice “la colifata”, y a mi me encanta!!.
Cada tanto me cuenta historias de su infancia y yo las escucho embelesada.
Una de ellas me gusta particularmente.
Cuando era chiquito, su padrino, repartía leche en esos latones enormes. Entonces, lo iba a buscar en su carro para que lo acompañara a repartir. El se trepaba al carro y salía a entregar ese blanco tesoro a sus vecinos.
Otras veces se montaba a un caballo, así en pelo, sin montura y salía a correr por el campo. Se metía en un río o una laguna aferrado a las crines y cruzaba a lomo de su caballo con el agua hasta la cintura. Sé que estos recuerdos lo hacen feliz y yo siento que con ellos me regala una de las fortunas más queridas de su vida.
A es para mí una de las personas más hermosas que la vida me ha regalado.
Cuándo doy conferencias y el me escucha, se pone nervioso, porque como sabe que las cambio hasta el último minuto, tiene miedo de que me olvide de algo. Entonces empieza a caminar, y me va a buscar agua temiendo que me quede sin voz.
Eso sí, como es quejoso, yo lo hago renegar mucho, pero él me perdona todo, y cuando viajo y estoy lejos por un tiempo, sé que me extraña.
Cuándo vuelvo, el me dice: "Ah! Se terminó la paz!”, pero yo sé que me está esperando, esperando que le cebe mate para comer galletas con el dulce que preparo, mientras el me cuenta del nuevo aparato que arregló, de Juana, de los melli, de su casa a orillas del río, de sus múltiples penares ( que no son tales) y del pesto que va a preparar esa noche.
Yo lo escucho, embelesada, porque aunque lo critico y lo peleo siempre, también lo admiro profundamente.
Cuándo vuelvo, el me dice: "Ah! Se terminó la paz!”, pero yo sé que me está esperando, esperando que le cebe mate para comer galletas con el dulce que preparo, mientras el me cuenta del nuevo aparato que arregló, de Juana, de los melli, de su casa a orillas del río, de sus múltiples penares ( que no son tales) y del pesto que va a preparar esa noche.
Yo lo escucho, embelesada, porque aunque lo critico y lo peleo siempre, también lo admiro profundamente.
Querido A, gracias por estar en mi vida, por cuidarme tanto... y por quejarte de mi, que soy bastante colifata.
Mi querida colifata,
ResponderEliminarGracias por tu amistad,por soportar mis enojos(siempre justificados), por tu presencia(fuerte presencia)y por la"amiga"
Te quiero mucho.
Amigo A
"Colifata" jajaja buenísimo, si te lo dice él, por algo será...te conoce mucho.
ResponderEliminarLos homenajes en vida son los reales.
Besos Ciri.
Si, creo que me conoce mucho y que este homenaje se lo merece, se lo merece mucho.
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