Una vez, alguien me dijo que en la vida, cada tanto pasábamos por puestos de peaje. Los puestos de peaje eran bisagras, momentos de reflexión, puntos de inflexión, rendición de cuentas. Había un antes y un después de cada peaje…indefectiblemente. Eran momentos de dolor, rupturas, como terminar de poner la última pieza del rompecabezas y ¡zas! Desarmado y vuelta a empezar. Reinvención. A veces, renacimiento.
_Señora, ya no cuente más sus monedas_ me dice el señor del peaje.
_Por más que las cuente y las haga rodar una y mil veces, no cambiarán su valor, entienda señora, ya llevamos meses, usted contando y yo esperando mi paga, y vea, aquí estamos…detenidos_
Lo miré anhelante y derrotada. No debió haber dicho eso tan deprisa.
_ Mire señora, no se angustie, poco puedo hacer yo en esta pequeña cabina. Le propongo algo, usted me deja lo que tiene, no es poco, aunque no alcance, y yo la dejo pasar. Eso sí, usted tendrá una deuda. Una deuda que tendrá que cancelar INEXORABLEMENTE en el próximo peaje. ¿Si?... ¿Qué piensa?_
Asentí. Tenía los ojos llenos de lágrimas y me sentía extenuada.
La barrera se levantó.
Hoy, he atravesado mi peaje.
Me siento cansada, muy cansada.
Necesito volver a caminar, ahora más pausadamente.
Siempre se está solo en los peajes. El silencio en la marcha va encendiendo las luces del pensamiento. La piel se vuelve más tirante, el peso de los días se cristaliza en huellas delicadas que se pueden ir contando una por una.
La mirada se vuelve hacia las cosas más amadas…aún las que ya no están.
Hay que reinventar los sonidos, aguzar la audición, no perder de vista el camino.
Desentumecer los recuerdos para el abrigo nocturno.
Hoy he atravesado este peaje.
Me acompaña la primavera y el deseo de seguir adelante…hasta el próximo
_Señora, ya no cuente más sus monedas_ me dice el señor del peaje.
_Por más que las cuente y las haga rodar una y mil veces, no cambiarán su valor, entienda señora, ya llevamos meses, usted contando y yo esperando mi paga, y vea, aquí estamos…detenidos_
Lo miré anhelante y derrotada. No debió haber dicho eso tan deprisa.
_ Mire señora, no se angustie, poco puedo hacer yo en esta pequeña cabina. Le propongo algo, usted me deja lo que tiene, no es poco, aunque no alcance, y yo la dejo pasar. Eso sí, usted tendrá una deuda. Una deuda que tendrá que cancelar INEXORABLEMENTE en el próximo peaje. ¿Si?... ¿Qué piensa?_
Asentí. Tenía los ojos llenos de lágrimas y me sentía extenuada.
La barrera se levantó.
Hoy, he atravesado mi peaje.
Me siento cansada, muy cansada.
Necesito volver a caminar, ahora más pausadamente.
Siempre se está solo en los peajes. El silencio en la marcha va encendiendo las luces del pensamiento. La piel se vuelve más tirante, el peso de los días se cristaliza en huellas delicadas que se pueden ir contando una por una.
La mirada se vuelve hacia las cosas más amadas…aún las que ya no están.
Hay que reinventar los sonidos, aguzar la audición, no perder de vista el camino.
Desentumecer los recuerdos para el abrigo nocturno.
Hoy he atravesado este peaje.
Me acompaña la primavera y el deseo de seguir adelante…hasta el próximo
Lo difícil no es pasar peajes, es derribar barreras. Hay sentimientos que no los cambia, ni los borra un "peaje".
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