domingo, febrero 28, 2010

¡Mirá qué Malfattis!


El domingo pasado me agarró esa cosa petronesca que me agarra cuando ando medio transparente ( en ese caso andaba así por una bronca laboral, que si bien ya se me fue limando, aún me persiste un pó) y empezé a cacerolear desde temprano.

El resultado fueron estos malfatti de calabaza y espinaca que nos manducamos en familia.

La verdad es que estaban buenísimos, muy suaves ( porque casi no llevan harina, comparados con los ñoquis-bodoques) y la salsita la preparamos en colaboración con mi hijito gourmet M.

Hoy ando bastante bien de humor ( al menos para los años que tengo y las cosas que pasan en el mundo), así que no pienso cocinar para apaciguar las fieras interiores sino "per puro piacere", por lo cual, en el próximo post, les cuento la receta de hoy, y se las muestro con la ayuda de V, quien ha descubierto en la fotografía un nuevo camino a la fama.
Si no me creés, mirala... juná la pose con los anteojitos!

Sí, es pasta, claro, de nuevo pasta. Al fin y al cabo...¿Qué día es hoy?

domingo, febrero 21, 2010

El tiempo de V

Cuando V llegó a mi vida, yo sentí que eso le estaba pasando a otra, no a mí.
Ese yo que yo había sido hasta ese momento estaba olvidado, se había disuelto en el aire. Ahora una mujer despertaba a una realidad diferente. Allí estaba ella.
Yo la miraba con asombro, y tal vez, con un poco de temor. Ella respiraba suavemente y se estremecía un poco cuando yo apoyaba mis labios sobre su piel rosada y suave. Cada vez que se movía o bostezaba yo me sentía más ajena a mi misma. Ese pequeño ser me despersonalizaba, me volvía translúcida. Ella era la dueña de todo el tiempo, mi tiempo había quedado muy atrás. Estaba más del lado de la sombra que de la luz. Mis espacios se volvían cada vez más minúsculos, mis movimientos dependían de sus coordenadas. Ella era mi dueña.
Dormía cuando ella dormía, y despertaba sobresaltada cuando ella cambiaba de posición y se arrepollaba en sus mantitas.
Vigilaba los vaivenes de su respiración, velaba por su sueño, acomodaba mi cuerpo pesado y lento a la marcha de sirena remolona que ella me dictaba.
Yo era su doncella, su súbdito, su esclava.
Ella era la reina.
Cuando abría los ojos en las mañanas y me llamaba con la mirada, yo sentía que nada y nadie en el mundo podía darme tanta felicidad, tanta plenitud. Entonces la acomodaba en mi pecho y sentía el placer de su boquita tironeando para sacar hasta la última gota, y finalmente ese estado de nirvana en el que se sumía satisfecha. Yo seguía el contorno de su rostro con mis dedos, la tibieza de sus párpados cerrados, el calor húmedo de sus labios ligeramente entreabiertos. Cerraba los ojos y la acunaba con las mismas viejas notas aprendidas en los brazos de mi propia infancia.
Así crecimos… acunándonos. Yo a ella, ella a mí.
Aún hoy, cuando ella está velozmente entrando en su adolescencia, solemos acunarnos.
A mí, sentirla contra mi cuerpo me da una paz que no puedo encontrar en ninguna parte.
A ella, no sé, pero intuyo que también le da paz, le da calor, le debe traer algún vestigio de recuerdo de aquel tiempo silencioso y eterno.
Estoy muy orgullosa de mi hija, la veo crecer y cambiar sus colores con la gracia de las mariposas, construir sus laberintos con la laboriosa y tenue sagacidad de la araña, la oigo deslizarse por sus pensamientos con la belleza de la gacela y la clara luz del amanecer.
Me nutro de sus palabras, de sus bromas, de su risa.
La siento amar a sus hermanos y protegerlos como una fiera dispuesta a todo.
Todavía me gusta ver el vaivén de su pecho cuando duerme.
Me gusta mirarla mirar, y entrar en su mundo, cuando ella me invita.

sábado, febrero 20, 2010

Paella calentita, malbec y corazón contento

Una de mis especialidades es la paella. Es curioso, no se si me gusta tanto comerla como prepararla y ver como la saborean los otros.
Es una receta rara, ¿En qué sentido, rara?, por el hecho de que los preparativos son mucho más importantes que la preparación, que, dicho sea de paso, es bastante mensa.
Aquí va, para todos los corazones solitarios, mi versión de la paella.

Primero, lo primero ( OCVIO): Ingredientes:

Cebolla blanca o naranja
Cebolla de verdeo
Puerros
Ajos
Morrón colorado
Champignones
Especias frescas
Azafrán CARITO, lamentablemente, Español
Vino blanco. A mi me gusta el chablis
Caldo de pescado
Mariscos ( a gusto y piacere)
Salmón
Calamares
Arroz de grano gordo
Pimienta negra, sal, coriandro y gengibre

Primero lavás toda la verdurita y la acomodás así, para sentir que estás en otra dimensión. Mientras hacés esto, te podés tomar un tequilita.


La previa: Caldo de pescado: le pedís al pescador que te regale una cabeza de pescado. Como el mio es muy gourmet, me regaló una de salmón. Preparás un caldo con la cabeza de pescado ( decapitada), verduritas, zanahoria y un caldito de verduras. Una hora mas o menos.
Los calamares los hervís con ajo y laurel, y los sacás cuando estan rosados, los cortás medianos y reservás.

Después picás la cebolla, el puerro, el ají y el verdeo. Preparás la paellera con aceite de oliva y manteca y salteás todo.



Agregás el arroz y lo dejas transparentar.
Le vas echando caldo de pescado. Cuando el arroz está a medio punto, le echás los calamares y una cucharada de caldo en la que disolviste el azafrán. Esperá diez o quince minutos y le agregás los mariscos. Yo le pongo mejillones, berberechos y langostinos.



Ahora, le ponés los champignones fileteados.
El salmón lo salteas con ajo y manteca un poquito y se lo agregás.
Ahora, le agregás unas copas generosas de vino blanco
Seguí echando caldo hasta que el arroz esté a punto. Yo entre medio le agrego copetitos de manteca y aceite de oliva. Ponele todas las especias frescas; en este caso: orégano, romero, curry y tomillo.
Y entonces, cuando los granitos de arroz estén a punto punto, listo.
Emplatás.
Para acompañar, te recomiendo pan de campo horneado con aceite de oliva y oregano.

Y bueno, así es, de fácil y linda la paella.

Muchos aconsejan acompañar con vino blanco. Para mi, un rosado de malbec o directamente un malbec bien temperado es lo mejor.

Tengo que aclarar que esta vez, las fotos son de V, que dice que va a ser fotógrafa y se va a ir a vivir a París para trabajar en una revista con una amiga que va a a ser la periodista de la misma.

Yo era el sol


T tuvo un sueño.


Un sueño maravilloso.


..."Mamá, soñé que yo era el sol, y que le llevaba luz y calor a todos, especialmente a los chicos y a la gente pobre, y ellos me pedían cada vez más calor, para no morirse, y yo se los daba, yo sentía que se lo tenía que dar, aunque también sentía que cada vez me quemaba más, sentía que ardía y que me estaba muriendo por darles todo el calor a los otros. Al final me moría"


Esa mañana mientras me lo contaba y yo lo acariciaba me dí cuenta que tenía fiebre.


¡Vaya metáfora para un síntoma tan vulgar!