viernes, septiembre 03, 2010


Para mis queridas Milenius y Abru

Ayyyyy, ¿Cómo no volver? Ahí aparecen esas dos brujas divinas que yo pensé que ya se habían olvidado de moi. Falta que aparezca el Gusplanet y...bingo!.
Qué año, este año. No faltó nada! Mucho laburo, muchos viajes, muchas conferencias, mucho dolor, mucha esperanza, muchos desencuentros, mucho hijo, mucho pensamiento vago. mucho silencio.
En fín, un almanaque de sensaciones.Como esos que le gustaban a Julio.
Cambios de piel
Amaneceres de frio y desazón
Tardes en busca del mejor refugio "contra" la bronca
Pocos mates, bastante café
Demasiado pan
Buenos vinos
Kilos de más
Un desfile de gente...mucha, muchísima gente
Sonidos
Ruido
Canciones
Muchos kilómetros
Pocos amigos
Soledad
Soledad
Más soledad
Lugares
Aromas
Muchos papers
Poca literatura
Nada de cine
Dulces escasos
Tormentas
Caminos
Toneladas de cansancio
Y ahora...
Paz
Paz
Sólo eso.

domingo, abril 11, 2010

Un nuevo amigo de dos millones de años



Matthew y su amigo del pasado se encontraron.
La historia tiene varios aspectos bellísimos.
El primero es el de la serendipidad, o sea el hallazgo o descubrimiento de algo, en el proceso de búsqueda de otras cosas diferentes. En este caso, la definición pura escapa un poco de la realidad: Matthew, tal vez no buscaba nada, solo correteaba en una mañana soleada con su perro Tau, pero sí encuentra algo que no buscaba conscientemente. La inversa, tal vez sea posible ( y yo creo que sí, por la belleza que lleva implícita) y entonces cabe pensar, que ese otro niño, cansado de un sueño de millones de años, sí los estaba buscando a Matthew y a Tau para jugar. El no deseaba a nadie más. El buscaba a Matthew, porque Matthew era el indicado…por muchas razones.
El segundo aspecto fantástico lo lleva el nombre del perro: Tau. El nombre de un agujero negro, una región del espacio-tiempo de la que ninguna partícula, ni tan siquiera los fotones de luz, puede escapar.
Matthew y su amigo del pasado no iban a escapar del encuentro. Había una región, un momento, un instante, que el universo les había reservado. Quién sabe cómo y cuándo esa cita estaba definida.
Matthew tropezó, seguramente sintió algún dolor y hasta maldijo en su idioma de niño aquél traspiés. Tau debe haberse acercado a olisquear, a constatar la seriedad de la caída, el estado de su amigo y la irreverente forma del obstáculo. Y entonces… acontece la magia: dos millones de años después, aquel niño de la edad de Matthew lo llama para jugar. Una de las cosas que más admiro de los niños es la enorme capacidad de búsqueda y encuentro que poseen: bastan pocas cosas para establecer vínculos: una mirada, una sonrisa, una mueca, un juguete en común, un deseo…un fósil.
Creo que nadie puede dudar que después de dos millones de años, un niño despierte y simplemente quiera jugar con otro de su edad.
Y si bien la historia podría terminar aquí, su encanto, su delicada belleza, no lo permite.
Lee R Berger, paleoantropólogo norteamericano, padre de Matthew, había dedicado veinte años de su vida a la búsqueda de homínidos a solo una sierra de distancia del lugar. Esta región, al norte de Johannesburgo ha sido un paraíso para la búsqueda de fósiles desde los años 30.
Pero el mundo de los niños, todos lo sabemos, es misterioso y extravagante. Ellos tienen códigos que resultan indescifrables para los adultos. Matthew y su amigo del pasado los tenían, sin saberlo.
Matthew conocía el idioma de los sueños de su padre, lo conocía y lo amaba, con la incondicionalidad con que aman nuestros hijos nuestras propias extravagancias y sueños. Entonces llevó su tesoro, los restos de su nuevo amigo, al abrigo de las manos de su padre. Ese tesoro resumía la vida de un niño, como él, de su misma estatura, muerto a su misma edad.
Matthew había abierto, sin más ligereza que la del juego, una puerta en el viejo y conocido laberinto de la evolución. Su amigo, aún sin nombre, se había acercado con el secreto de su propia especie. Dos millones de años, ahora…los acercaban.
Aún hay más belleza en este relato: Matthew, que es un nombre bíblico, significa regalo de Dios, y para San Francisco de Asís, la señal de la Tau era con la que sellaba sus cartas y marcaba las paredes de su celda. Para él, al igual que la cruz, era el signo de la salvación y la redención.
Quienes creen, y yo entre ellos, podemos también pensar, que algo de la esencia Divina
quiso ser parte de esta aventura.
“Dios no juega a los dados con el hombre”, lo dijo Einstein…yo sólo lo recuerdo.

miércoles, abril 07, 2010

Palpita la multitud

Vivo cerca de la cancha. O sea, de un estadio donde la gente grita, se transpira de pies a cabeza ( cuando llueve se moja igual pero por causas “extrínsecas” a la anatomía), se morfa un montón de grasas dañinas, se pasa los tetra brick con el ceremonial de un sacramento, putea, llora, se ríe a carcajadas, se insulta, sopla cornetas, flamea estandartes, se come las uñas y los “pellejitos”, se arranca algunos mechones de pelo, se besa, se abraza, se persigna, cierra los ojos, implora, desea, se agita, se… entiende.
Hoy la muchedumbre suena a lo lejos. Está brava la cosa, puedo decir, sin temor a ser metafórica, que late al unísono. Imagino los tablones repiqueteando con varios tornillos desparramados por el aire denso. Hay “vida” en el aire…mucha vida.
Me sonrío. Paro la oreja para meterme más entre la multitud, para captar aromas ( aunque, claro, no del todo sanos y de buenas costumbres). No me importa. El sonido de la algarabía y la muchedumbre me da la sensación de estar viva. Trato de reconocer la melodía que canturrea y que el oleaje de la distancia me devuelve como un ronroneo.
No desearía estar en la cancha.
Me gusta estar aquí, espiando sin ver, desempolvando mi angustia sin quebrar la armonía de una fiesta en la que jamás estaría invitada.
Dale campeón, dale campeón!!

domingo, marzo 21, 2010

Play it again, Sam

Me gustan los días de lluvia. Sólo lluvia, eh, el frío me poné violeta.

Hoy llueve y me lleno de esa fragancia especial de las lluvias sobre el verde, entre los adoquines, cayendo monótona desde los desagues.

Siempre recuerdo otras lluvias, tantas otras que han merecido el galardón del recuerdo... algunas en soledad, otras con la buena compañía de otras almas.

Ahora, en esta lluvia, lo estoy escuchando a Drexler, que me canta tan suavecito que hasta me puedo dormir hamacándome con sus palabras. Pienso en todas las lluvias que poblaron mi niñez, ese espacio para el que todo tiene espacio suficiente. Cuando era adolescente y la lluvia caía copiosa como hoy me gustaba escuchar al Nano y sus chopos. Leía poetas latinoamericanos y suspiraba de tanto en tanto para darle lugar a todos mis sueños.

Hoy la lluvia me trae a Sam Shepard, por bueno y querido.
A ver si me entendés:

Si todavía rodaras por aquí
Te tomaría
Te sacudiría por las rodillas
Te soplaría aire caliente en ambas orejas

Tú que podías escribir como una Pantera
Todo lo que se te metiera en las venas
Qué clase de verde sangre
Te arrastró a tu destino
Si todavía rondaras por aquí
Te desgarraría hasta meterme en tu miedo
Te lo arrancaría
Para que colgara como un pellejo
Como jirones de miedo
Te daría la vuelta
Te pondría de cara al viento
Doblaría tu espalda sobre mi rodilla
Masticaría tu nuca
Hasta que abrieras tu boca a esta vida

31/1/80. Homestead Valley, Ca

Y te lo dedico a vos, a mi amigo anochecido, al que sabe que hay que poner fuerza y seguir, seguir con una plan, con un mapa...sin brújula, pero con mucho instinto.

Fideos Mediterráneos

Mirá, yo te voy a explicar como se hace esta pasta….tan, pero tan facilonga y exquisita.

Primero…lo que viene antes, o sea…los ingredientes:

Penne rigati o mostacholes.

Tomatitos cherry
Verdeo
Puerros
Dientes de ajo sin pelar
Especias frescas: orégano, romero, tomillo
Panceta ( o bacon si andás por otras latitudes)
3 o 4 anchoitas en aceite
Un buen extracto de tomates o tomato pesto
Manteca
Aceite de oliva ( bastante)

Agregados prescindibles ( pero si lo tenés, mejor)
Champis, berenjenas cortadas en cubos pequeños ( y “des”amargadas previamente con sal gruesa ), aceitunas negras o verdes, mejillones.

Ahí vamos…

Cortás los cherry, el verdeo y los puerros bien chiquititos ( pero no los piques, porfa!!!!!). Los disponés en una asadera con un fondito de oliva, le ubicás las hierbas frescas y los rociás con abundante oliva.

Esto se va al horno de gas o al hornillo eléctrico, 20 minutos.


Poné los fideos a hervir… como siempre.


Cuando están por llegar al dente, disponé en una olla o sartén grandota ( profunda) mantequita, un chorro de aceite para que no se queme y ahí echas las anchoitas picadas, pelás los ajos asados y los hacés puré y la panceta en tiritas superfinas con los agregados prescindibles.

Cuando ya están echando un aroma matador, le agregás todas las verduritas asadas y una cucharadita de té del extracto de tomates. Mezclá todo con ganas, colá los fideos y echalos a la salsita y revolvé hasta que se hayan impregnado bien de esta magia.


Emplatá, descorchá un Malbec o un Pinot Noir, rayá abundante provolone o sardo y servite el primer plato PARA VOS, porque después… no hay tu tía.
Las fotos son de V, la única, la inigualable fotógrafa parisina

lunes, marzo 15, 2010

La metamorfosis materna


A cada cual su turno y su parte.

Hace unos días, en Costa Rica, aprendí que a las tortas, se le dice queque, y adoré esa palabra tan simple y tan dulce... como son las tortas!!.

Hoy he sido el queque de mis hijos.

Mi maternidad está radiante en las mañanas, soy como un gran útero caminante, danzante. A las seis de la tarde, me duelen todas las articulaciones y la palabra "mami" me taladra el lóbulo frontal cual daga siniestra en manos de un inquisidor. Sin embargo, le doy un poco más de piola al barrilete y sigo remontando.

Hoy los fui a buscar a sus clases de inglés. Ahí sale la estampida con cuadernos, cartucheras y gritería a desplomarse sin piedad por las butacas de mi auto recién lavado.

_Qué les parece si nos vamos a " Don Tata" y nos armamos una picadita?_ El SI, suena poderoso como la jura de la bandera.

Entramos a la charcutería ( qué palabrita!!) y empiezan a desperdigarse por los diferentes anaqueles: V pide milancito y queso azul, M, pepinitos, T anda inspeccionando bolsas de nachos ( puajj), C acompaña las elecciones de los hermanos con voluptuosa algarabía.

Cuando me toca pagar la cuenta los quiero reventar, pero me contengo por eso de que " la culpa no es del chancho sino del que les da de comer", no?.

Volvemos al auto con los tesoros. Ya es de noche, abrimos las ventanillas para que el viento nos despeine y escuchamos esa música espantosa que a ellos les encanta. Ellos cantan, comentan, se empujan y rien a carcajadas, mientras yo pido silencio y los amenazo con que voy a chocar si no se callan.

Pero todo es en vano.

Cuando a uno le toca hacer de queque, despierta queque y anochece queque.

Algo así como el pobre Gregorio Samsa, pero en vez de cucaracha...queque.

domingo, marzo 14, 2010

Aquí estoy...una vez más


Al fín, después de dos semanas por fuera, he pisado esta tierra, que es la de mis hijos, la de mi tarea, la de mis afectos.
Bendigo una y mil veces a la vida, “que me ha dado tanto”, a veces mucho más de lo que mi mezquina razón puede celebrar.
Andar por tierras diversas, conocer otras culturas, los latidos de otras latitudes.
Y siempre ese sabor de la tarea cumplida, y bien, con el calor de esa gente que va formando parte de mi ruta.
Pero volver, siempre es y será una fiesta.
Me espera ese sabor remolón de un barrio en domingos. La algarabía de esos cuatro fantásticos.
No sé de un lugar que tenga más identidad que el de estas calles, la forma informe y sagrada de los árboles que despiertan de un verde distinto en cada estación. Volver, también me reserva el placer de pisar nuevamente esos territorios que dejo atrás, con un sabor dulce, maravilloso.
Volver a este blog, también me da calor.
Estos viajes me han acercado a escritores amados. Y cada vez que piso los Estados Unidos, está la voz de Sam Shepard o de William Carlos Williams que me susurran palabras, tempranamente aprendidas.

Escribía a mi amigo C, antes de volver:

Cómo decirte...me encuentro en una calle muy transitada, con tráfico en ambas direcciones, semáforos un poco enloquecidos, bocinas, polución, neones furiosos, carteles pegoteados y descascarados que me hablan a medias desde su pasado reciente.

No entiendo bien hacia dónde va la brújula, y es que no es una, son varias y todas marcan su norte en distintos sentidos. La mayoría de las veces no las necesito y casi siempre las recuerdo cuando las siento poblar el fondo de los bolsillos, casi podría afirmar que las he olvidado...o ellas a mi.

El panorama me recuerda mucho algunas imágenes de "perdidos en Tokio", excelente y desoladora crónica de hasta donde puede calar la soledad.

Esta vida itinerante en que se ha convertido mi vida es ahora más tangible, y lo veo en la familiaridad de los rostros que me miran desde diferentes latitudes. Para estas personas, estos amigos que se van desperdigando por diferentes terruños y culturas, yo soy algo así como la "vieja amiga" que siempre está llegando de tanto en tanto. Sin embargo, ellos me reciben con familiaridad. Ya no soy un viajero ocasional, sino más bien, algo parecido a esas primas que vienen de lejos, cada tanto, a llenarse de un poco de sus vidas. Es curioso, cuando vuelvo a verlos luego de meses, o años, me siento muy bien, los observo y me siento parte de sus historias, de su paso por la mía, y encuentro placer en este tipo de relaciones efímeras, esa lejanía me hace sentir muy a gusto. Entonces me doy cuenta que estoy entrando en una cierta complicidad con este estilo de vida.

Habrá que seguir caminando, como el pobrecito Bill Murray, por las fluorescentes calles del Tokio asesino.


Así de simple…o no.

domingo, febrero 28, 2010

¡Mirá qué Malfattis!


El domingo pasado me agarró esa cosa petronesca que me agarra cuando ando medio transparente ( en ese caso andaba así por una bronca laboral, que si bien ya se me fue limando, aún me persiste un pó) y empezé a cacerolear desde temprano.

El resultado fueron estos malfatti de calabaza y espinaca que nos manducamos en familia.

La verdad es que estaban buenísimos, muy suaves ( porque casi no llevan harina, comparados con los ñoquis-bodoques) y la salsita la preparamos en colaboración con mi hijito gourmet M.

Hoy ando bastante bien de humor ( al menos para los años que tengo y las cosas que pasan en el mundo), así que no pienso cocinar para apaciguar las fieras interiores sino "per puro piacere", por lo cual, en el próximo post, les cuento la receta de hoy, y se las muestro con la ayuda de V, quien ha descubierto en la fotografía un nuevo camino a la fama.
Si no me creés, mirala... juná la pose con los anteojitos!

Sí, es pasta, claro, de nuevo pasta. Al fin y al cabo...¿Qué día es hoy?

domingo, febrero 21, 2010

El tiempo de V

Cuando V llegó a mi vida, yo sentí que eso le estaba pasando a otra, no a mí.
Ese yo que yo había sido hasta ese momento estaba olvidado, se había disuelto en el aire. Ahora una mujer despertaba a una realidad diferente. Allí estaba ella.
Yo la miraba con asombro, y tal vez, con un poco de temor. Ella respiraba suavemente y se estremecía un poco cuando yo apoyaba mis labios sobre su piel rosada y suave. Cada vez que se movía o bostezaba yo me sentía más ajena a mi misma. Ese pequeño ser me despersonalizaba, me volvía translúcida. Ella era la dueña de todo el tiempo, mi tiempo había quedado muy atrás. Estaba más del lado de la sombra que de la luz. Mis espacios se volvían cada vez más minúsculos, mis movimientos dependían de sus coordenadas. Ella era mi dueña.
Dormía cuando ella dormía, y despertaba sobresaltada cuando ella cambiaba de posición y se arrepollaba en sus mantitas.
Vigilaba los vaivenes de su respiración, velaba por su sueño, acomodaba mi cuerpo pesado y lento a la marcha de sirena remolona que ella me dictaba.
Yo era su doncella, su súbdito, su esclava.
Ella era la reina.
Cuando abría los ojos en las mañanas y me llamaba con la mirada, yo sentía que nada y nadie en el mundo podía darme tanta felicidad, tanta plenitud. Entonces la acomodaba en mi pecho y sentía el placer de su boquita tironeando para sacar hasta la última gota, y finalmente ese estado de nirvana en el que se sumía satisfecha. Yo seguía el contorno de su rostro con mis dedos, la tibieza de sus párpados cerrados, el calor húmedo de sus labios ligeramente entreabiertos. Cerraba los ojos y la acunaba con las mismas viejas notas aprendidas en los brazos de mi propia infancia.
Así crecimos… acunándonos. Yo a ella, ella a mí.
Aún hoy, cuando ella está velozmente entrando en su adolescencia, solemos acunarnos.
A mí, sentirla contra mi cuerpo me da una paz que no puedo encontrar en ninguna parte.
A ella, no sé, pero intuyo que también le da paz, le da calor, le debe traer algún vestigio de recuerdo de aquel tiempo silencioso y eterno.
Estoy muy orgullosa de mi hija, la veo crecer y cambiar sus colores con la gracia de las mariposas, construir sus laberintos con la laboriosa y tenue sagacidad de la araña, la oigo deslizarse por sus pensamientos con la belleza de la gacela y la clara luz del amanecer.
Me nutro de sus palabras, de sus bromas, de su risa.
La siento amar a sus hermanos y protegerlos como una fiera dispuesta a todo.
Todavía me gusta ver el vaivén de su pecho cuando duerme.
Me gusta mirarla mirar, y entrar en su mundo, cuando ella me invita.

sábado, febrero 20, 2010

Paella calentita, malbec y corazón contento

Una de mis especialidades es la paella. Es curioso, no se si me gusta tanto comerla como prepararla y ver como la saborean los otros.
Es una receta rara, ¿En qué sentido, rara?, por el hecho de que los preparativos son mucho más importantes que la preparación, que, dicho sea de paso, es bastante mensa.
Aquí va, para todos los corazones solitarios, mi versión de la paella.

Primero, lo primero ( OCVIO): Ingredientes:

Cebolla blanca o naranja
Cebolla de verdeo
Puerros
Ajos
Morrón colorado
Champignones
Especias frescas
Azafrán CARITO, lamentablemente, Español
Vino blanco. A mi me gusta el chablis
Caldo de pescado
Mariscos ( a gusto y piacere)
Salmón
Calamares
Arroz de grano gordo
Pimienta negra, sal, coriandro y gengibre

Primero lavás toda la verdurita y la acomodás así, para sentir que estás en otra dimensión. Mientras hacés esto, te podés tomar un tequilita.


La previa: Caldo de pescado: le pedís al pescador que te regale una cabeza de pescado. Como el mio es muy gourmet, me regaló una de salmón. Preparás un caldo con la cabeza de pescado ( decapitada), verduritas, zanahoria y un caldito de verduras. Una hora mas o menos.
Los calamares los hervís con ajo y laurel, y los sacás cuando estan rosados, los cortás medianos y reservás.

Después picás la cebolla, el puerro, el ají y el verdeo. Preparás la paellera con aceite de oliva y manteca y salteás todo.



Agregás el arroz y lo dejas transparentar.
Le vas echando caldo de pescado. Cuando el arroz está a medio punto, le echás los calamares y una cucharada de caldo en la que disolviste el azafrán. Esperá diez o quince minutos y le agregás los mariscos. Yo le pongo mejillones, berberechos y langostinos.



Ahora, le ponés los champignones fileteados.
El salmón lo salteas con ajo y manteca un poquito y se lo agregás.
Ahora, le agregás unas copas generosas de vino blanco
Seguí echando caldo hasta que el arroz esté a punto. Yo entre medio le agrego copetitos de manteca y aceite de oliva. Ponele todas las especias frescas; en este caso: orégano, romero, curry y tomillo.
Y entonces, cuando los granitos de arroz estén a punto punto, listo.
Emplatás.
Para acompañar, te recomiendo pan de campo horneado con aceite de oliva y oregano.

Y bueno, así es, de fácil y linda la paella.

Muchos aconsejan acompañar con vino blanco. Para mi, un rosado de malbec o directamente un malbec bien temperado es lo mejor.

Tengo que aclarar que esta vez, las fotos son de V, que dice que va a ser fotógrafa y se va a ir a vivir a París para trabajar en una revista con una amiga que va a a ser la periodista de la misma.

Yo era el sol


T tuvo un sueño.


Un sueño maravilloso.


..."Mamá, soñé que yo era el sol, y que le llevaba luz y calor a todos, especialmente a los chicos y a la gente pobre, y ellos me pedían cada vez más calor, para no morirse, y yo se los daba, yo sentía que se lo tenía que dar, aunque también sentía que cada vez me quemaba más, sentía que ardía y que me estaba muriendo por darles todo el calor a los otros. Al final me moría"


Esa mañana mientras me lo contaba y yo lo acariciaba me dí cuenta que tenía fiebre.


¡Vaya metáfora para un síntoma tan vulgar!