lunes, mayo 25, 2009
Después del Después de Jaime.
Después de todo... somos humanos.
Sentimos, padecemos y celebramos a la humana usanza.
Desconfiamos cuánto más darle a la desesperación,
o cuanto negarle al desafío... creemos,
elegimos creer a morir diariamente de realidades inacabadas,
juntamos alientos,
practicamos ceremoniales ajenos,
nos amamos hasta el hastío
nos acurrucamos en precarias cunas,
y caminamos a la par de sueños prestados
somos una pregunta,
a veces con una amarga respuesta,
otras un grito de triunfo.
Podemos caminar graciosamente
la cuerda en el vacío más estremecedor
o ser un andar incierto por la penumbra,
una lágrima precoz en la mirada perdida
y sabemos, sabemos más,
mucho más de lo permitido...
Madre previsora... aunque no tanto

Mi hijo T , desde muy chiquitito las relojeó con ganas de embucharse unas cuantas, y temiendo yo un potencial letal y sabiendo que madre previsora vale por dos, le inventé una historia medio siniestra de un hipotético niñito ( hipotético para mí, para él más real que la academia española) que se había manducado unas cuantas y había terminado entre ruidos feroces de sirenas, vomitando cosas rosadas y espumosas por tres días en el hospital, y al borde de la muerte, agregaba yo, con carucha circunspecta y desaprobadora. ¿Y se murió, Ma?, preguntaba T y yo, descomprimiendo un poco la tragedia, le explicaba que no, que por suerte los médicos habían llegado a tiempo y el niñito había vuelto a sus juegos felices: Pero, claro ( insistía yo), nunca más desobedeció a su mamá y se metió nada de estas cosas en la boca.
En los años posteriores T llegó a masticarse cotorritas de la luz y hasta una abeja, cuyo aguijón le quedó graciosamente clavado en la punta de la lengua para horror y escándalo de todos los presentes. Por suerte no hubo sirenas ni médicos llegando a tiempo, porque este tipito parece inmune a todo, pero a mí me quedó una sensación de creación inconclusa y ahora pienso que debería haber sumado insectos y otras alimañas a la dieta fatal del hipotético niñito.
Imágenes del otoño

Me gusta salir a caminar los domingos. Camino un kilómetro más o menos y sigo siempre la misma ruta porque me gusta descubrir que cada siete días la naturaleza anduvo haciendo de las suyas.
Es sabido que todos los colores cambian con el paso de las estaciones, hasta Vivaldi pudo traducir esta metamorfosis en sonidos maravillosos. Es sabido que las mudas biológicas se cumplen para todas las especies con los cambios estacionales y nos regalan esa sorpresa bajo la forma de alas, plumones nuevos, frutos suculentos y flores de la más variada forma y belleza.
Lo que más me impacta son los árboles, porque ellos se escapan de las reglas temporales del cambio y yo los reconozco diferentes con cada paseo semanal. Es como si esperaran la cita y se vistieran distinto cada domingo. Los días nublados y un poco fríos los siento más cansados que de costumbre y un velo ceniciento los entristece un poco mientras me baten sus ramas. Cuando el sol los enceguece, se vuelven diáfanos e insolentes y me observan majestuosos desde su plenitud de nidos y gorjeos.
Ahora es otoño, y mi ruta me ofrece un regalo adicional: la alfombra mullida y crujiente de hojas amarillas y ocres que se tiende a mi paso y me recibe como a la reina más encumbrada. La felicidad es quebrar la transparencia del camino viéndolas caer de los árboles: sus vuelos también son personales. Algunas caen en una simple línea oblicua, como si caer fuese un trabajo último y presuroso, otras recorren un zig-zag melodioso y divertido que hace pensar que si se van para siempre, ellas lo harán de manera única y danzante. Otras parecen chicos jugando en la plaza, se demoran rodando perezosas por las ramas y finalmente caen en una espiral que se me antoja llena de risas.
Yo las piso despacito, para no perderme ese ruidito casi cristalino que desprende mi alfombra, o las hago volar, en un juego final, con la punta de mi zapato.
En esos momentos pienso, que debe ser un don esto de ser tan feliz con las hojas de otoño
domingo, mayo 24, 2009
Leyendo ciencia
- hacer fiaca
- hacer huevo
- lagartear
- pensar en nada ( como dice León)
- el dolce far niente
- rascarse
Sostenía en mis manos ( por lo cual la respuesta 6 queda descartada) un libro muy bueno de Leonardo Moledo: "De las tortugas a las estrellas. Una introducción a la ciencia" y me encontraba muy apasionada con su lectura.
Me encanta Moledo porque al igual que Diego Golombek, son hombres de ciencia "re-cancheros" que sacan la ciencia de los tubos de ensayo y las retortas, de los papers y las curvas de Gauss para acercársela a todo aquel que quiera fascinarse un poco ( o bastante, como es mi caso). Por ejemplo, Moledo, que además escribe bellamente, dice en una parte del prólogo de este libro algo muy hermoso:
"... Sin embargo, muchas personas, cuando oyen hablar de ciencia, sienten recelo: la respetan, pero no se acercan, piensan que es muy difícil o que no tienen nada que ver con ella, o que está reservada sólo para espíritus privilegiados. La consideran algo ajeno, algo que no pueden llegar a comprender, algo misterioso, que manejan los científicos en la soledad de sus remotos mundos mentales. Pero no es así. No existen esas divisiones tajantes entre arte y ciencia, entre expresión y razón, que establecen tan a menudo los burócratas. La razón no es algo rígido y preciso, algo predeterminado y frío. Muy por el contrario, su fluir es rápido, movedizo y divertido, y su historia es la de teorías que se levantan y luego se derrumban con estrépito, o de experimentos que terminaron con concepciones que parecían sólidas y bellas."
Fabuloso!!! y esto es sólo el prólogo!, ni les cuento lo buenísimo que está el libro. Yo los invito a leerlo, este y otros de Moledo, tiene uno sobre los mitos de la ciencia que es muy bueno, realmente muy bueno. Y si se enganchan, la colección "Ciencia que ladra..." de Diego Golombek es otra cita infaltable.
Como dice Moledo, la ciencia es una aventura, incluso con muchas anécdotas ( algunas muy risueñas) y personajes entrañables y está muy bueno meterse por esos corredores.
Yo la estoy pasando bárbaro con este librito, de hecho, lo corroboran mis patitas: cada vez que yo tengo las patitas así es porque algo bueno estoy leyendo... o simplemente porque estoy bien.
viernes, mayo 22, 2009
Esa mujer

jueves, mayo 21, 2009
"¡Pero si sólo le di unos cuantos piquetitos!"

A partir de ese momento, Frida se convirtió en uno de mis tantos "compañeros de camino". Devoré biografías y cuanto artículo llegaba a mis manos. Recortaba y atesoraba fotos y pinturas que aparecían en revistas o diarios. El milagro internet aún estaba lejos para esa estudiante de cuarto año de medicina, por lo tanto todo era escaso... y bello.
Un día se desató la "Fridomanía" y nuestra intimidad fue brutalmente golpeada: por todas partes aparecían frases, tarjetas, pins, carteritas berretas, zapatillas, zuecos, remeritas de morondanga, hebillas espantosas, peines, espejitos y un sin fin de boludeces con aquella carita doliente y desconfiada. Pero como dice la canción: "They can´t take that away from me", y nosotras ya habíamos establecido nuestras ceremonias secretas mucho tiempo antes.
El encuentro tan esperado, llegó seis años más tarde, en el MOMA de San Francisco: Las dos Fridas y yo en una sala que de pronto quedó vacia, sólo para nosotras. No se cuanto tiempo estuve parada, absorta y temblando frente a ese cuadro, lo que siento hoy es que fue un instante único y eterno, que sólo volvió a repetirse un par de años después en Holanda, en el museo Van Gogh.
De la mano de Frida llegó mi amor por Mexico: por sus ciudades, su cultura, su gente, sus comidas. Cuando llegué a esa tierra entendí que, efectivamente, los caminos, como las ruinas de Borges, son circulares. Entendí que Frida no podía ser otra cosa que mexicana: Mexico es estremecedor y adorable como sus pinturas, es rojo, sórdidamente bello hasta el dolor, inquietante, de una exuberancia grotesca y tierna a la vez. Amo ese país con un amor mezcla de madre puérpera y amante alocada. Además, es la tierra de mi gran amiga V y de A, la chaparrita loca y divina y todo esto ya viene siendo motivo " más que sufi" para que mi blog se llame como se llama.
Frida pinta "Unos cuantos piquetitos"en 1935, un año de escasa producción: esta pintura y un autorretrato en el que parece más bahiana que tehuana. Pero no podía ser de otro modo, Frida volvía de Nueva York a Mexico, arrastrando una vez más el dolor del desengaño, que entonces ya hacía tiempo tenía nombre y apellido: Diego Rivera. Ese año, como cada uno de su vida, Frida pinta con la piel y lás lágrimas. Frida no pinta, Frida abre su corazón a destajo y convierte la venganza en aquel autorretrato en el que su pelo es la antítesis del largo cabello de sirena que amaba Diego. Un día lee la crónica de un crimen en el periódico: un borracho mata a su novia asestándole una cantidad increíble de cuchilladas. Cuando el juez lo interroga, el tipo, confuso, exclama: "¡Pero si sólo le di unos cuantos piquetitos!". Imagino que esto divierte a Frida al tiempo que la llena de espanto: ella se siente esa mujer desangrada por infinitos piquetitos de ausencias y engaños... y obediente a su naturaleza, pinta.La sangre desborda los límites de la tela, tal como Frida desborda sus propios límites.
Mucho de Mexico me habla desde ese cuadro.
Desbordo mis límites de tanto en tanto ... también eso está en mi naturaleza.
Por todo esto y en homenaje a una larga historia de amor, mi blog, señores y señoras, lleva este nombre.
lunes, mayo 18, 2009
Mantra
tirar un puño al aire
para sentir la dolorosa
presencia del vacío.
soñar una cama,
un paquete cerrado por años,
jazmines amarillos en un frasco de yogurt.
Cuando los dí a luz,
sentí la vaguedad del miedo
como un suspiro de placer,
y me dejé llevar ...muy lejos.