¿Fragilidad?

Shakespeare decía: “Fragilidad, tu nombre es mujer”, y estaba bien por aquellas épocas, aunque estoy segura que, aún entonces, no era totalmente cierto.
Hoy, esta frase está superada. Si todos hacemos el siguiente ejercicio, estoy segura que la descalificación es unánime: Cierre los ojos y piense en al menos una mujer que escapa a este designio. Y dije al menos una. Estoy segura que han aparecido más. O sea, que…estamos de acuerdo, ¿verdad ?.
Yo, empezando por mi abuela y mi madre, he visto mi vida plagada de estupendas mujeres. Decididas frente a lo inevitable, fuertes y pacientes frente a los momentos más agobiantes. Tenaces, emprendedoras, múltiples en su entrega cotidiana, incansables en su esperanza.
¿Te acordás?
Tengo 40 millones, 20 mujeres leones. Tengo 40 millones de mujeres leones que están en la cama por toda la vida, por toda la vida, por toda la vida
Yo he conocido muchas mujeres leones, de esas que te marcan para siempre con sus pequeñas historias de vida, esas que con el solo quehacer del día a día construyen castillos.
Andan por los caminos como hormigas laboriosas, guiadas por el puro placer de estar en el mundo, sabedoras de su obra faraónica y callada. No reclaman, o acaso si lo hacen, son migajas comparadas con la ofrenda. Estallan de alegría como fuegos artificiales, para llenar la oscuridad de su fragancia y se quiebran de dolor en silencio, en un oscuro rincón ontológico, donde solo se hermanan con el pasado y la ausencia. La angustia las vuelve sólidas y desafiantes como el diamante y se tornan translúcidas y anhelantes con la alegría, suaves y ligeras como gotas de lluvia inundándolo todo.
He andado por los caminos de mujeres bravías. He escuchado sus historias hasta altas horas, he reído y llorado con ellas. He aprendido mucho a su lado.
Este es un tema que siempre viene a mí, especialmente desde que dí a luz a mis cuatro hijos. Desde entonces, ser mujer ha sido mi mayor galardón, mi premio más amado.